“Cuando te
pierdes en un bosque, a veces tardas un rato en darte cuenta de que te has
perdido. Te puedes tirar un buen tiempo intentando convencerte de que te has
alejado un poco del camino, pero que lo vas a encontrar de aquí a nada. Entonces
cae la noche sin parar, y sigues sin tener ni idea de donde estás, y ha llegado
el momento de admitir que te has apartado del camino, tanto que ya no sabes ni siquiera
por dónde sale el sol.”
(Come,
reza, ama – Elizabeth Gilbert)
Olvidas el
brillo, el resplandor. El calor y su caricia en las mejillas. Ya no te
sonrojas. Alma huidiza y suicida que se aleja y te abandona. Frío y niebla en
tu mirada, noche duras y sin alba. Zozobrando y de puntillas, andando,
perdiendo la entereza.
Hojas caen a tu
paso, se llevan los recuerdos, los abrazos. Tras de ti quedan susurros, gestos
secuaces de una prohibición escrita. Cambia el rumbo y el destino. Obvia la
colonia y el latido. Mente insulsa y sin carisma que deja un sueño volátil…
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